The Flaming Lips: “American Head”


 

Por: Skar P.D. 

En ocasiones los pequeños detalles te hacen reconfigurar la línea de pensamiento, o de desvaríos, por los que circulaba tu mentalidad más o menos enferma o desquiciada. A veces esos pequeños detalles te hacen tomar conciencia de todas esas cosas a las que nunca hiciste el caso suficiente quizás por miedo a enfrentarte a ellas o quizás, simplemente, porque nunca las habías valorado en su justa medida. A veces esos pequeños detalles te devuelven a tus raíces. A raíz de la muerte de Tom Petty y de la constatación de que, antes de subir los peldaños de la fama, había tenido un pequeño tránsito por la ciudad natal de Wayne Coyne, líder de The Flaming Lips, éste ha utilizado el dato para tomar conciencia de sus raíces o quizás simplemente ha dejado a un lado los delirios psicodélicos a los que se había abrazado desde "At War With The Mystics" o desde algunos vestigios del posterior "Embryonic".

En esta última década los Flaming Lips pareciera que estaban más interesados en batir récords de productividad bajo la influencia de psicodelias químicas, así se sucedieron canciones de 24 horas, revisiones desquiciadas de Pink Floyd o Beatles, maridajes insospechados (Miley Cirus o Dead Valley) y hasta villancicos. Y tres discos irregulares, complicados de asumir incluso para los fans acérrimos posiblemente descolocados por la visión extraterrenal de una banda situada a propósito en el lado de la industria más árido e inaccesible. O sea, haciendo realidad la burbuja en la que consciente o inconscientemente se mudaron a vivir hace años Coyne, Ivins, Drozd y compañía. Hasta ahora.

“Empezamos a parecernos este tipo de grupos que nunca consideramos, ya sabes, como Chicago o incluso el grupo de apoyo de los Carpenters o el de Frank Zappa. Es como "fuimos a la escuela juntos", una especie de sensación que, para mí, los Flaming Lips nunca aceptaron intencionalmente hasta ahora”. Incluso suena a capitulación.

Los Lips, o sea Coyne, han decidido ajustar cuentas con el pasado y se preguntan "¿Que salió mal?" en la inicial "Will You Return When You Come Down", dolorosa y melancólica, como si solo optaran a redimirse y lo hacen explícitamente: "Ahora todos tus amigos están muertos". Eso si, suficientemente armonizada y dotada de una inusitada brillantez en los esperanzadores arreglos de cuerda finales. La "pinkfloydiana" "Watching The Lighttbugs Glow" hace hincapié: este es un disco escrito desde el punto de vista de los perdedores y Flaming Lips han decidido erigirse en sus portavoces.

Un disco impregnado de recuerdos de unos tiempos que les pasaron por encima y de los que afortunadamente han salido parcialmente indemnes. Flores para los amigos que ya no están y que nombran en "Flowers Of Neptune 6" y recuerdos infantiles, de esos que solo cobran sentido al cabo de los años, en "Dinosaurs On The Mountain".

"American Head" parece por momentos concebido a modo de sinfonía, y en ese sentido, la concatenación de canciones en las que la última nota de una canción sirve de apertura a la siguiente juega a su favor. Y en el desarrollo de la trama una parte central en que, sin culpabilizar al entorno, designan a los responsables. Las responsables más bien. La parte central del disco habla de drogas y de la influencia en sus años adolescentes, del ritual de la lisergia, de la modificación de la realidad. "Mientras destruimos nuestros cerebros, es el sueño americano”, o de cómo las pastillas te alteran la percepción, cantan en "At The Movies On Quaaludes". La constatación de la ruptura de la visión idílica de la juventud en "Mother I've Taken LSD" es evidente: "Ahora veo la tristeza en el mundo, lo siento no lo vi antes", y no cabe duda de que Coyne no habla exactamente de él, también de su entorno cercano y "Brother Eye" es, en ese sentido, toda una confesión, al igual que la muy explícita "You N Me Sellin' Weed", o como cuando en "Mother Please Don't Be Sad" consuela a su madre por su hipotética muerte recordando que sobrevivió a un atraco a mano armada y el impacto emocional consiguiente. Y, a pesar de que no está en las mejores condiciones vocales, los aires "beatleianos" del piano y de los arreglos le restan toda condición de tragedia para reconvertirla en una oda esperanzadora, incluso por la coda final: "Cuando morimos, cuando estamos drogados". Y su continuación instrumental del mismo título, bordeando el jazz psicodélico, y actuando como segunda parte de la anterior, o sea "When We Die When We're High", actúa a modo de cierre, o final, de la sinfonía drogodependiente central del disco.

El epilogo se resuelve en tres canciones que actúan a modo de disculpa juvenil y que sirven como dique a los sentimientos desbordados derivados de la drogo-epopeya anterior. De hecho "Assasins Of Youth" y sus aires acústicos de sabor hispano rompen hasta cierto punto la coherencia de los sonidos anteriores. La verdad es una mentira.

"Good And The Policeman" es la última de las canciones en las que interviene la estrella del country Kacey Musgraves y en ella, y a dúo, simplemente piden ayuda y refugio. Consecuentemente desarrollan el momento más tierno y luminoso del disco cuando finalizan cantando "Dios me perdonará, Dios te perdonará, Dios por favor perdóname" , dejando la puerta abierta a la intencionada declaración terrenal de "My Religion Is You": "No necesito ninguna religión, tú eres todo lo que necesito”. Autoexplicativa.

Quizás no era sea la intención pero "American Head" rezuma un aire conceptual, incluso con un guión, puede que imaginario, pero perfectamente distinguible a poco que te introduzcas en el universo propuesto por Wayne Coyne y Steven Drozd. Y de esa sinergia ha salido un disco que habla de pérdidas, de instantes malgastados, de cambios y de cómo todo esto se entiende con el paso del tiempo. Que habla de errores, de sueños que pudieron y que no fueron pero que no se lamentan por ello. Que habla de resiliencia al fin y al cabo.

Los más reticentes, aquello añoradores de la excentricidad, puede que vean una reinterpretación del universo propuesto por The Beatles en "Across The Universe". Bueno, al fin y al cabo se trata de una regresión del universo interestelar donde a veces viven Flaming Lips. Una regresión, o una vuelta mejor dicho, a conceptos más propios de una reinvención de la madurez alcanzada en "The Soft Bulletin" (1999) o "Yoshimi Battles the Pink Robots". Una segunda madurez que viene propiciada por la asunción, como banda americana, por parte de ellos, que casi siempre han parecido vivir entre galaxias y estrellas. Después de muchos años Wayne Coyne parece haber salido de la burbuja. De esa burbuja protectora con la que, desde tiempo ha, lleva saliendo al escenario. Precisamente ahora, en los tiempos que corren, y es que aunque no lo parezca han vuelto a asumir riesgos. Los riesgos que asumen las grandes bandas cuando deciden desnudarse otra vez a pesar de estar empezando la quinta década de existencia.