Bon Iver. "SABLE, fABLE"


Por: Javier Capapé. 

La nueva experiencia sónica de Justin Vernon lleva por título "SABLE,fABLE", y es un doble EP. El primero "SABLE", publicado el pasado octubre, es completado por "fABLE", dando forma a un largo en el que la oscuridad e introspección del primero se transforma en la luz del pop brillante del segundo. Producido por el mismo Vernon junto a Jim-E Stack supone el regreso definitivo del músico estadounidense desde aquel lejano "i,i". Ya entonces se intuía cierta querencia por el pop sin descuidar sus aires experimentales, y en éste esa sensación se consolida, aunque imponiéndose esta vez, y por encima de todo, los sonidos más coloridos, desprovistos de artificios y mucho más orgánicos.

Con "SABLE", Bon Iver presentaba una obra en soledad, con los instrumentos justos y la voz por encima de todo, en un registro muy cercano y melódico. La canción de apertura, "Things behind things behind things", cuenta con unos arpegios de guitarra que nos llevan a sus primeros discos. Apenas cuenta con efectos vocales, al igual que "S P E Y S I D E", que es lo más cerca que este artista puede estar de la canción de autor americana, tan solo con un sencillo arreglo de violín para darle un toque distintivo. La última de este primer bloque, "Awards season", se sostiene casi exclusivamente con la voz. La interpretación de Vernon en este tema es sublime y aunque cuenta con algunos teclados para darle forma (junto al pedal steel o los vientos del puente), todo gira en torno a su característico torrente vocal emocionante.

Por otro lado, en "fABLE", Justin Vernon se entrega y se expande. La segunda parte de este disco es una oda al amor compartido, entregado a la pareja, con un futuro por delante y toda la ilusión brotando entre las canciones. Desde su arranque con "Short story" intuimos como la sonoridad cambia, empleando el falsete (escondido hasta ahora) y recurriendo a programaciones reconocibles en el espectro del músico. En este tramo, como su mismo autor reconoce, descubrimos la chispa del enamoramiento o ese primer instante lleno de emoción en la enérgica y lumimosa "Everything is peaceful love", así como el deseo pasional en "Walk Home", que luce un sugerente sampler vocal junto a un ritmo arrastrado, o las experiencias compartidas, con viajes a España incluidos, en la balada "There's a Rhythmn". Todo ello con un vestido muy de los ochenta, con el pop y la ligereza como base, aunque quede también espacio para algunos toques experimentales, pero mínimos si atendemos a lo que han sido sus álbumes anteriores.

Es cierto que en los últimos años estamos viendo una reivindicación de la música de los ochenta por parte de artistas contemporáneos que crecieron con ella y que no reniegan de la misma, como sí ocurría en los años de la explosión del Brit Pop o el Grunge. Bon Iver se ha sumado a esta tendencia entregando un disco elegante que se mueve entre teclados, bases pregrabadas, que podrían llevarnos a los sonidos de las cajas de ritmos tan empleadas en esa década, y guitarras más cristalinas (aunque se escape alguna distorsión puntual o efecto de fuzz que alimentan los virajes). Los coros también refuerzan el sonido de la década referida. Temas como "Day One" nos llevan más al góspel, mientras que "I'll be There" o "Walk Home" tienden al soul. "From" podría ser la perfecta muestra de ese espíritu reivindicativo de la década del synth-pop, sobretodo por su parte instrumental, y en "Everything is peaceful love" es la voz la que nos transposta hasta los dejes del mismísimo Prince (uno de los artistas que encontró la cima aquellos mismos años), algo que también nos ocurre con el falsete de "I'll be there".

"If only I could wait" nos atrapa con sus ambientes y sintetizadores, que encajan a la perfección con la sentida interpretación de Danielle Haim, convirtiendo este dúo en una gema emocionante, reforzando su épica gracias a las cuerdas finales. Algo que tampoco le falta a "There's a Rhythmn", con aires a Nashville gracias a ese pedal steel tan presente en algunos momentos del álbum, desembocando en la coda instrumental minimalista que es "Au revoir", donde se van apagando los sonidos de esta segunda parte del disco. Se echa así el cierre del quinto disco de Bon Iver. Una breve pero sólida carrera que nos lleva ahora hasta su disco más elegante, sentido y emocional. "SABLE, fABLE" es simplemente magnífico. Bon Iver resurgiendo en la mejor versión de sí mismo, esa en la que ha sabido mezclar la sonoridad más prístina y pura de sus dos primeros álbumes con el toque experimental tan potenciado en "22, A million" y su vena más pop ya intuida en algunos cortes de "i,i". La mejor combinación de las múltiples caras de un artista único. Enamorado, agradecido y buscando su ritmo. Porque en la vida hay picos y valles, como muestran las dos caras de este LP, pero con Bon Iver podremos tratar de buscar el equilibrio gracias a esta "fábula", convertida por momentos en reflejo de nuestra propia vida.