Auditorio Miguel Ríos, Rivas. Jueves, 15 de mayo del 2025.
Texto y fotografías: Guillermo García Domingo.
Ha pasado ya casi una semana del triple concierto al que asistimos más de 10.000 personas en el auditorio al aire libre Miguel Ríos de Rivas (Madrid) y todavía no se ha desvanecido la profunda impresión que nos causaron los protagonistas de este concierto. La Bien Querida, Iván Ferreiro y Coque Malla, por este orden, honraron de veras al músico granadino que ha prestado su nombre al anfiteatro de la localidad del este de Madrid, no fue el Rock and Ríos, que no tiene parangón, pero fue digno de ser recordado en un artículo como éste.
Después de lo que ha ocurrido recientemente en Madrid con un músico de Puerto Rico,es de agradecer que un ayuntamiento ponga a la venta entradas a precios populares, que están de acuerdo con lo que las personas ingresamos mensualmente. Gracias a la entrada adquirida, además, pudimos ver tres conciertos íntegros, no tres shows reducidos. No es posible analizar las casi 50 canciones que disfrutamos, así que, ¿por qué no levantamos acta de las sensaciones y las orientaciones de fondo que nos dejó este feliz encuentro de tres probados artistas de nuestro panorama a lo largo las 3 horas y 45 minutos de música, y casi 6 de fiesta colectiva?
La lluvia no arredró a La Bien Querida, ni tampoco a Iván Ferreiro cuando le llegó su turno. Contradijo a la precipitación que quería aguar la fiesta con los sortilegios electrónicos de “Trinchera Pop”, mientras que La Bien Querida se aferró a su sólida propuesta cada vez más mayoritaria. Bajo una pérgola de flores rojas, Ana Fernández-Villaverde se hizo fuerte en su bastión del escenario acompañada de un grupo muy sólido. Su hieratismo contrasta con las arrebatadoras historias amorosas que interpreta, captando la atención hipnotizada del público que iba ingresando en el auditorio paulatinamente. Se ganó a pulso su favor con la ayuda de las canciones de LBQ (2025) y de otros temas, que los que estaban más cerca del escenario por afinidad electiva, conocían de memoria: “A veces ni eso”, “Dinamita”, “La fuerza” o “De momento abril”, que fueron ejecutadas con notable resolución y éxito. Escoltada por David Rodríguez y la punzante guitarra del elegante músico que estaba a su derecha: hago un llamamiento para que alguien me diga quién es, porque es extraordinario.
Los guitarristas brillaron especialmente en los tres conciertos consecutivos. Emilio Sáiz y su tremenda energía hiperactiva al servicio de las benditas locuras que nos deparó el concierto de Iván Ferreiro, el más convincente y estimulante de los tres. Asimismo la veteranía y personalidad de Amable Rodríguez se aliaron con las respectivas virtudes de Coque Malla, en su último disco, “Aunque estemos muertos”, y en la gira del 40 aniversario del inicio de su carrera musical, que también recaló en Rivas.
Antes de Coque Malla salió al escenario Iván Ferreiro & Co, en el peor momento, aunque la lluvia jamás puede disuadir a un gallego. Ampliadas por las generosas y acertadas pantallas que estaban situadas a ambos lados del escenario, no podíamos dejar de mirar y escuchar embelesados a Iván Ferreiro. Está en uno de sus mejores momentos, no hay tormenta que le detenga. Parece un científico obsesionado con sus máquinas electrónicas dispuesto a emprender el retorno al futuro, y alguna concesión a su pasado pirata también se permitió. Su fiel banda, además del citado guitarrista, está capitaneada por su hermano Amaro Ferreiro, la ternura que se profesan es hermosa de verdad: ¡es al único miembro al que le deja entrar en su cabina espacial! Dentro de ella pergeña esos bucles, que le permiten volver a reproducir su voz o multiplicar el sonido, introduciendo varias capas de tiempo en el concierto, ¿no es fascinante? Cuando la banda hubo calentado, una cortina de sonido surgida del escenario barrió el anfiteatro, las ondas se podían tocar. La sostuvieron a lo largo de varias canciones, algunas de ellas pertenecían a ese disco que guardamos todos en un rincón de nuestra memoria musical: “Canciones para el tiempo y la distancia”. Este milagro ocurrió en Rivas al anochecer del día de san Isidro en Rivas. No sabemos si san Isidro tuvo algo que ver. Yo sospecho, por el contrario, de Iván y sus compañeros. Sobre las luces homogéneas de la pantalla detrás del escenario, desde el inicio del concierto, se antepuso la figura sobrenatural de Ricky Faulkner: un coloso entre el Moisés esculpido por Miguel Ángel y Warren Ellis cuando entra en trance.
La pantalla y las estimulantes imágenes que en ella se proyectaron también protagonizaron el concierto de Coque Malla. Habida cuenta de los últimos conciertos del músico madrileño, la puesta en escena, teatral, es cada vez más determinante, de hecho, su padre dramaturgo, estuvo presente, especialmente en la recreación de “Una sola vez”. Las dotes escénicas de Coque son extraordinarias, y enaltecen, las, ya de por sí, persuasivas canciones del madrileño. La dosificación de azúcar nostálgica resultó la adecuada, porque Coque Malla es un músico extremadamente inteligente. Los temas de Los Ronaldos sonaron rejuvenecidos, con la capacidad para noquear de un joven púgil. Por fortuna, para él y para nosotros, Malla dispone de un repertorio en solitario asombroso, empezando por su reciente “Aunque estemos muertos”, del que solo cabe enorgullecerse e reinterpretar una y otra vez, algo que hizo con suma generosidad, puesto que después de él ya no esperaba nadie. Nos marchamos encantados, la noche se había despejado, las parejas abandonaron el recinto abrazadas después de haber escuchado con los ojos brillantes, “Te dejé marchar”. Al menos esa noche ni la parca ni la desgracia podrían inquietarnos, la música había disuelto todas las preocupaciones.
Los tres artistas que nos deleitaron hace una semana están en un momento álgido. Que se entere todo el mundo, particularmente los que vienen detrás, empujando con inusitada fuerza. Este año están despuntando bandas muy prometedoras que deberían tomar nota, reunirse en torno a la música (y no a otras cuestiones accesorias), buscar compañeros de viaje fiables que sientan la fiebre por ensayar, aprender cada día de sus instrumentos y tocar con pasión, porque el público no es tonto.